El impacto real de las redes sociales en tu autoconcepto. Descubre cómo los algoritmos moldean tu identidad y cómo proteger tu salud mental.
No deja de sorprender que un fenómeno de revolución tecnológica tan complejo y reciente, apuntalado por los efectos de la pandemia del COVID-19, haya encontrado sitio de manera tan natural y cotidiana en nuestras vidas. Hablamos de las redes sociales, que portamos día a día en nuestros bolsillos y que, según DataReportal (2024), en Chile utilizamos en promedio 3 horas con 43 minutos al día.
Con las redes sociales, no sólo nos enteramos de los acontecimientos vitales de personas cercanas, sino que participamos como contribuyentes activos de un constante flujo de información en el que podemos encontrar contenido de diversa índole, como noticias, chistes, memes y un largo etcétera. Estas publicaciones nos permiten saber sobre las tendencias que componen la vida social en determinada época y se hacen parte de la nuestra, que es social en todo momento.
Dada la cantidad masiva de contenido que se produce día a día, sería imposible acceder a la totalidad de este, razón por la cual existen mecanismos destinados a administrar la exposición. Los algoritmos configuran toda la experiencia que tenemos con las redes sociales, qué publicaciones veremos primero, cuáles después y qué otras no.

Sin entrar en detalles técnicos, “retroalimentamos” a los algoritmos usando la plataforma, con los “me gusta”, clics, palabras que escribimos, entre otros. Estos datos constituyen todo un panorama sobre quiénes somos, de dónde venimos y cuáles son nuestros intereses y preferencias. Así, la plataforma puede mostrarnos publicaciones que llaman más nuestra atención que otras. Esto nos lleva a hacer scroll más veces y a pasar más tiempo en conexión, no pocas veces sin darnos cuenta de las horas y los minutos transcurridos.
Todo este revolucionario fenómeno no ha sido ajeno al mercado de la sociedad en la que vivimos. No en vano, empresas y comercios de diverso tamaño están dispuestos a invertir ingentes cantidades de dinero no sólo en mostrar sus productos y servicios en las plataformas, sino incluso en ir creando tendencias y condiciones para que dichos productos se vuelvan necesarios y deseables. Los algoritmos de las redes sociales son sensibles tanto a nuestros intereses como a los de los anunciantes.
Autoconcepto e identidad en la era del ‘scroll’
Teniendo en consideración que diversas aproximaciones psicológicas, de manera transversal, nos hablan sobre la importancia de lo social en la idea que nos formamos sobre sí mismas/es/os —cuestión que se ha llamado “identidad”, “autoconcepto”, etc.— es relevante pensar en cuánto del uso que hacemos de plataformas de redes sociales incide y tiene efectos en la manera en que pensamos en nosotras/es/os, nos observamos y nos hacemos una idea sobre quiénes somos, para sí y para las demás personas.
Nos parece que puede ser interesante tomarnos un tiempo para pensar sobre el lugar que tienen las redes sociales en nuestra vida, no sólo respecto de cuánto tiempo les dedicamos, sino también sobre el contenido al que nos exponemos.
Qué dice el algoritmo de nosotros, de nuestros ideales, de nuestros proyectos de vida, de nuestra forma de ver el mundo y de cómo nos observamos a nosotras/es/os mismas/es/os. Tengamos en consideración que el contenido que veremos en una sesión no da cuenta de la totalidad del mundo, sino sólo de una selección realizada en función de nuestros intereses, pero también de empresas que invierten dinero no sólo para ofrecer sus productos, sino para crear las condiciones idóneas para que los necesitemos.
En este contexto, las redes sociales se convierten en un espacio donde la idea de nosotras/es/os mismas/es/os está en constante interacción con las representaciones que consumimos y producimos. Nuestro “yo” se construye no solo mirándonos frente a un espejo, sino también en diálogo con las imágenes, ideales y narrativas que encontramos en las plataformas.
¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando el algoritmo privilegia mostrarnos ciertos cuerpos, estilos de vida o formas de éxito? Este filtro puede reforzar aspiraciones ajenas o alejadas de nuestra realidad, influyendo en cómo nos percibimos y cómo quisiéramos ser percibidas/es/os.
A su vez, la necesidad de pertenencia y validación social encuentra en las redes sociales un terreno fértil. Los “me gusta” y comentarios no solo validan publicaciones, sino también refuerzan aspectos de nuestra identidad que buscamos proyectar. Este fenómeno puede tener efectos positivos, como fortalecer la autoestima, pero también negativos, al generar dependencia de la aprobación externa o comparaciones constantes con ideales inalcanzables.
Es crucial recordar que en las redes sociales también se pueden dar fenómenos que atentan directamente contra nuestra salud mental y bienestar. Puedes profundizar sobre este tema leyendo el artículo: ¿Qué es el Ciberacoso?
Límites y salud mental
Considerando lo planteado, reflexionar sobre el uso que hacemos de las redes sociales implica mirar más allá del tiempo de pantalla. Significa cuestionar qué contenido alimentamos y cuál nos retroalimenta. Para proteger nuestra salud mental, estos son algunos puntos clave a considerar:
- Cuestionar qué contenido alimentamos y cuál nos retroalimenta.
- Determinar qué espacios de diversidad podemos construir en un entorno mediado por algoritmos.
- Establecer los límites necesarios para proteger nuestra salud mental.
En última instancia, pensar en las redes sociales es pensar en quiénes somos y quiénes queremos ser.

